sábado, 9 de junio de 2012

Resistencia, destierro y olvido

Resistencia, destierro y olvido  

 06.06.2012 · Rebeca Mateos Herraiz · (Campamentos de refugiados de Tindouf, Argelia) 


Unas 7.000 jaimas incendiadas, 150 desaparecidos, 10 muertos, entre ellos un menor de 14 años, 700 heridos y 22 jóvenes detenidos acusados de formación de bandas criminales y de asesinato a agentes de las fuerzas del orden marroquí. Este es el balance sobre lo que ocurrió en el desalojo del campamento de Gdeim Izik a las afueras de El Aaiún ocupado (capital administrativa del Sáhara Occidental), un mes más tarde de que miles de saharauis acamparan allí, el 10 de octubre de 2010, en protesta por la defensa de sus derechos.
Asamblea en el campamento (Generación Amistad)
Hace algo más de 5 meses se suspendió el juicio a los 22 presos políticos de Gdeim Izik que llevan así desde hace más de un año y medio, y que hasta día de hoy,  siguen sin fecha de proceso. Un hecho, tal como denuncia la Asociación Saharaui de Víctimas de Violaciones Graves de Derechos Humanos,  que es completamente ilegal.
“La madrugada del 8 de noviembre (2010) en la que los marroquíes asaltaron el campamento de Gdeim Izik, yo estaba de guardia ya que era uno de los encargados de la seguridad. Me golpearon, me metieron en un furgón y me vendaron los ojos. No recuerdo nada más hasta que aparecí en una celda con 40 personas. Me habían golpeado tanto el brazo derecho durante el camino, que me hicieron perder el conocimiento”. “Estuve 20 días en la cárcel sin dejar de ser torturado, tiempo durante el cual, mi familia no supo nada de mí. Pensaban que había muerto.  Me quisieron sobornar con dinero, un trabajo, pero yo respondí siempre que lo que quería era la libertad del pueblo saharaui, por lo que me volvían a torturar”. Descargas eléctricas en la cabeza y en lalengua, y quemaduras de cigarrillos, de las que todavía le quedan algunas secuelas en los brazos, son parte de las torturas a las que sometieron a Lakfir Kaziza, un joven activista saharaui de 22 años de edad que fue uno de los precursores del campamento de Gdeim Izik. “Un día me llevaron a una habitación en la que había unas cuerdas colgadas del techo. Los soldados me preguntaron cómo me lesioné el hombro y se lo dije, pensando que me colgarían del otro brazo. Sin embargo, durante siete horas me colgaron por el brazo lesionado y me golpearon hasta que se rompió





Los huesos de la clavícula salieron por la piel y el hueso del brazo se salió del hombro”. Desde entonces Kaziza ha perdido la sensibilidad por completo de su brazo derecho, que lo lleva sujeto al cuerpo con un cabestrillo para evitar el dolor. “Cuanto más me torturaban, más decía Sáhara libre”, pretende dejar claro. Aún así, los ojos se le humedecen al relatar como tras esos 20 días, lo devolvieron a casa medio moribundo y  lo lanzaron a los pies de su madre a quien  amenazaron. “Le dijeron a mi madre que si contaba algo de lo sucedido volverían a por mí y a por el resto de mi familia”.
Kaziza Elfakair muestra las secuelas de las torturas ejercidas sobre él durante su cautiverio en la cárcel.
Kaziza lleva algo más de dos meses viviendo en España con asilo político. Desde hace poco más de una semana ha fijado su residencia en Madrid, en el centro de Refugiados de Alcobendas, para los siguientes 6 meses, transcurridos los cuales, sabrá si su petición de asilo se renueva indefinidamente o no. Su nombre ha salido a la luz en algunos medios de comunicación españoles  y circula por las redes sociales en estos últimos días, porque el pasado 1 de junio decidió voluntariamente comenzar  una huelga de hambre indefinida en las inmediaciones de la Embajada de Marruecos en Madrid, con la que exige la liberación de sus 22 compañeros detenidos en Gdeim Izik. “Pienso llevar esto hasta el final”. Ya han pasado unos días desde que decidió dejar de comer y el Samur ya ha pasado para hacerle el primer reconocimiento médico. “Este chico puede que no aguante mucho más sin comer”, comenta al salir una de las médicas que le ha hecho el reconocimiento, “es que pesa 47 kilos solamente”.
“¿Cómo está el chico?”, se interesa por él una señora del vecindario bastante mayor, “es que lo veo tan frágil, tan jovencito, con eses ojitos claros tan tristes”, para añadir a continuación: “No hay derecho a lo que hace Marruecos. Yo estoy muy sensibilizada con la causa saharaui, pero lo que pasa es que la gente no sabe, o no quiere saber. Le conté lo que le estaba pasando a este chico a unas amigas, y ninguna pareció interesarse por ello”. La señora se despide asegurando que volverá a ver qué tal le va a aquel joven saharaui a quien apenas conoce, pero que le ha llegado a enternecer. Lo que la señora probablemente desconozca de Kaziza  es que tras su aparente fragilidad, hay una gran fortaleza física y mental...

Más información: http://periodismohumano.com/en-conflicto/resistencia-destierro-y-olvido.html

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